lunes, 28 de abril de 2008

Me persigue...

Regresando de mi trabajo, después de un mes de cordura y tranquilidad feliz, me topé con La Puerta de nuevo.
Por algún motivo entré de nuevo ahí.
Y cuando entré, caminé entre las putas, cuyos cuerpos seductivos me tocaban desde su esquina.
Luego caminé en la penumbra y el perro de siempre, me acompañó: guardián celoso.
Un perro que nos veía desde la ventana del otro lado le ladró furioso. El mío le sacó la lengua burlón.
Unos mendigos encadenados a las paredes trataban de atraparme.
Pero la parte horrenda, fue cuando la madre de mis hijos bastardos comenzó a perseguirme, a grandes voces. Y esos mocosos harapientos y mugrosos corrían detrás.
Gracias a Dios, mi perro les ladró, y la mujer se retrajo, pegando su cuerpo macilento a los vagabundos, que la recibieron gustosos.
El perro y yo corrimos. Una cuadra antes de llegar a casa y las luces se apagaban antes de que llegara a ellas.
Justo antes de entrar a la puerta de la cordura, el perro me miró con sus ojos humildes, rogándome también.
Le dije que no podía quedarme de nuevo.
"Llévame contigo entonces"
"Jerchi se pondrá celoso..."
Unas lágrimas negras se asomaron por sus ojos.
Está bien, pero tienes que entrar en mí.
Al cruzar la puerta de la casa mi madre me miró con horror.
"Te ves como si te hubieras tragado un perro..."
No sabe cuánta razón tiene.